Prácticas agroecológicas afirman soberanía alimentaria y derecho a decidir de mujeres productoras rurales (Cusco)

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“Los abonos naturales son el alimento del suelo para que los cultivos nos den buena cosecha, y nosotras ya sabemos cómo hacer el compost, el biol y el bocashi con los insumos que tenemos en el campo”, afirma Luzmila Rivera, productora agroecológica de la comunidad campesina de Paropucjio en el distrito de Cusipata (Qusipicanchi-Cusco).

Ella es una de las 100 productoras de la Escuela Agroecológica que el CMP Flora Tristán implementa en seis distritos de Quispicanchi con la finalidad de promover el ejercicio de sus derechos y el desarrollo sostenible en contextos de crisis climática y post pandemia, que es apoyado por la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo y Mugen Gainetik.

Como parte de su formación en la Escuela, las mujeres productoras han logrado el manejo de un conjunto de buenas prácticas agrícolas que están contribuyendo a la soberanía alimentaria en sus comunidades.

“Desde que aprendí a preparar el biol y el bocashi los uso no solo en mis hortalizas del biohuerto, sino en mis demás cultivos, hasta en el maíz con buen resultado; a mi esposo le he ensañado también y ya me sigue”, sostiene Agripina Ttito Yucra, de la comunidad de Muñapata en el distrito de Urcos.

Son un conjunto de 10 prácticas agroecológicas que están empoderando a las mujeres como resultado del proceso de capacitación.

“Con estos nuevos conocimientos las productoras tienen más confianza en el liderazgo de sus biohuertos y en la conducción de sus otras áreas productivas, porque las parejas migran en diferentes épocas del año a buscar trabajos remunerados”, afirmó Janet Nina, agrónoma bilingüe del equipo del Programa de Desarrollo Rural del Centro Flora Tristán en Cusco.

Elegir las semillas, los cultivos a instalar y el modo de producción a desarrollar son parte de las decisiones que están tomando las mujeres de la Escuela Agroecológica como parte de su apuesta por la soberanía alimentaria, especialmente clave en el actual momento en que se acrecientan los desafíos por el cambio climático, la crisis económica y la falta de apoyo de las autoridades gubernamentales a la agricultura familiar.

“Desde el año pasado vivimos mucha dificultad por la sequía y este año se ha sumado la nevada y la granizada, hemos perdido muchos cultivos de papa, maíz, quinua, avena… es muy triste para nosotras, pero seguimos adelante y tener nuestros fitotoldos para el biohuerto de hortalizas nos ayuda bastante”, señala Luzmila Rivera.

Por su parte Agripina Ttito agrega que tener fortaleza para decidir las ha hecho más valientes, porque esa capacidad se amplía de la chacra hasta el hogar y la comunidad. “De las hortalizas que vendo en el mercado yo soy la que dispongo, antes era todo para la familia, pero ahora separo también para mí; siempre hay algo que necesitamos las mujeres, pero nos postergábamos”, comenta.

Como remarca la ingeniera Janet Nina, el camino hacia la autonomía de las mujeres rurales y su derecho a decidir encuentra muchos desafíos por su situación de desigualdad y pobreza, pero que estos se van superando con su empoderamiento en el manejo de la práctica agroecológica y su conciencia de género y derechos.