Día Mundial de la Alimentación | Mujeres rurales: aportando a la seguridad y soberanía alimentaria




En el Día Mundial de la Alimentación, el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán llamó la atención sobre el contraste entre los aportes de la agricultura familiar al sostenimiento de las familias del campo y la ciudad, y la situación de desprotección que enfrentan quienes siembran, cultivan y cosechan los alimentos en el país.
“Las mujeres cumplen un rol fundamental en la agricultura familiar, actividad que provee la mayor parte de los alimentos que consumimos, y siguen siendo prácticamente invisibles para el Estado que mantiene una deuda histórica con ellas pues constituyen uno de los grupos de población en mayor pobreza y desigualdad”, sostuvo Elena Villanueva, responsable del Programa de Desarrollo Rural de la organización feminista.
Agregó que sumado a ello, el cambio climático está afectando su nivel de producción debido a la pérdida de siembras y cultivos por heladas, granizadas, sequías o inundaciones. Estos eventos, cada vez más frecuentes, reducen las cosechas, causan pérdidas económicas y afectan la calidad de vida de las mujeres y sus familias.
La especialista sostuvo que en el contexto de inseguridad alimentaria que afecta a más de 17 millones de personas en el Perú según la FAO, Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, las niñas y mujeres rurales se encuentran en mayor vulnerabilidad por la persistencia de patrones de género discriminatorios.
“Todavía se suele privilegiar la alimentación de los integrantes masculinos de la familia inclusive en tiempos de crisis económica, situación que incrementa el riesgo de anemia y desnutrición entre las niñas, mujeres embarazadas y madres lactantes”, dijo.
En esa realidad de adversidades, las mujeres rurales trabajan para mantener productivos sus campos y huertos porque constituyen sus medios de vida. “Sin embargo el Estado se encuentra de espaldas a la agricultura familiar y a las necesidades de las mujeres y hombres que se dedican a esta actividad que alimenta a la población no solo de las comunidades campesinas sino de las ciudades”, manifestó.
“Es urgente –remarcó- que las autoridades locales, regionales y del nuevo gobierno comprendan la intersección entre género, cambio climático y agricultura familiar; así se podrá poder promover las economías rurales y locales con la participación activa de las mujeres, y de esa forma erradicar el hambre garantizando seguridad y soberanía alimentaria en los territorios”.


Villanueva remarcó que con políticas destinadas a cerrar las brechas de desigualdad entre lo rural y urbano, y entre mujeres y hombres, se darán pasos sostenidos a incrementar el desarrollo rural con igualdad, como es además el compromiso del Estado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Justamente el ODS 02 Hambre Cero, plantea poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible. Para ello propone a los Estados duplicar la productividad agrícola a pequeña escala y duplicar los ingresos de mujeres y pueblos indígenas, asegurándoles el acceso a la tierra, conocimientos y mercados.
Igualmente, insta a los Estados a fortalecer la capacidad de adaptación al cambio climático y mantener la diversidad genética de las semillas.